Un niño lloraba sentado junto a un pozo, porque el pajarillo que había cuidado durante mucho tiempo había escapado de su jaula.
Escuchando sus sollozos, un anciano que pasaba por alli se detuvo, acarició su pelo y le dijo: "No llores porque alguien haya dejado de quererte. Tú eres igual de valioso ahora que antes, pero las lágrimas no te dejan verlo".
Escuchando sus sollozos, un anciano que pasaba por alli se detuvo, acarició su pelo y le dijo: "No llores porque alguien haya dejado de quererte. Tú eres igual de valioso ahora que antes, pero las lágrimas no te dejan verlo".

Un día, al pasar junto a un cerezo, divisó posado en una rama a su gorrión. Le pareció más pequeño y descolorido de lo que recordaba, un gorrión común de plumas grises. Y no sintió nada. Siguió su camino sonriente, lanzando piedrecitas de gravilla al caminar con sus viejos zapatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario