-¿Puedes concederme el milagro de la vida eterna?-
preguntó al genio.
-No- dijo éste -porque cuando falten tus hijos
me pedirás que te conceda la muerte-.
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Un monje recorrió el mundo buscando un hacedor de milagros.
A su vuelta a casa, mirando a la mujer que le dio la vida,
supo que lo había encontrado.
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Un día, construyó una torre con todas las escaleras que pudo conseguir. Trepó y trepó por ella y, alargando los dedos, alcanzó su sueño.
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El hombre sin amor descubrió el espejo. Se sorprendió de su belleza y se quiso. Y ese día, otras gentes comenzaron a quererle.