9 de febrero de 2017

He aprendido



He aprendido que el tiempo 
​siempre ha jugado contra los amantes. 
Que la historia más dulce​ 
llega al punto final en un instante.​ 
Que ni el amor ni el sexo,
siendo piedra angular, son lo bastante​ 
​para impedir la prosa 
donde sólo hubo versos asonantes. 

Uno no sabe cómo 
el corazón que amaba con demencia
despierta una mañana
sumido en dejadez e indiferencia. 
Y donde hubo deseo, 
pieles, corvas, saliva y vehemencia,
queda apenas un rastro
de cariño muy leve sin querencia. 

Llegados a este punto, 
sólo queda esperar cierta clemencia.
Asomada a la fosa
donde yace el amor dejando ausencia,
deseo, no otra cosa,
que el odio no haga acto de presencia.
Que si ya no perfuma,
aquel amor marchito deje esencia.




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