Echar de menos a alguien y decirlo
es la cosa más bella de este mundo,
pero deja de serlo cuando entiendes
que te has quedado solo en el asunto.
Cuando no existe más el aliciente
de saber que ilusionan tus palabras
comienzan por quedarse en la garganta
y acaban no formándose en el pecho.
Y un buen día se encuentra uno de pronto
echando en falta echar de menos a alguien.
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