14 de diciembre de 2011

Regrets of the dying

Hoy he leído en La Vanguardia un artículo que me ha llamado mucho la atención, porque habla de algo en lo que he pensado muchas veces. Con el título de "¿Qué lamentamos no haber hecho cuando estamos a punto de morir?", el artículo hace una reseña del libro publicado por la experta en cuidados paliativos Bonnie Ware, "Regrets of the dying" (Los lamentos de los moribundos), tras varios años investigando casos de enfermos terminales.  

Ware resume en sólo cinco las principales quejas y arrepentimientos de los enfermos investigados al final de su vida. De algunos de estos lamentos soy consciente hace unos cuántos años, y procuro vivir de forma que, llegado el momento final, mis lamentos sean menos duros. Pero en cualquier caso, todos ellos me han puesto la carne de gallina, al imaginar el sufrimiento de quienes comprenden, demasiado tarde, que ya no tendrán tiempo de enmendar sus errores, muchos de ellos por omisión, por miedo.

Haber sido políticamente correctos en sus elecciones en lugar de ser fieles a lo que deseaban hacer, es al parecer el lamento más general. A continuación, sobre todo entre los sujetos masculinos, una queja muy habitual es haberse dedicado en exceso al trabajo quitándoles tiempo a sus seres queridos. Los restantes tres motivos más habituales de lamento según el estudio, son: no haber tenido el valor suficiente para manifestar sentimientos, no haber cuidado más las amistades, y no haber luchado por tener una vida más feliz, anclándose en el conformismo y el miedo a cambiar de vida.

Ojalá que la tristeza y la frustración de las personas que participaron en el estudio de Ware, sirvan para que al menos unos cuántos de nosotros nos planteemos qué estamos haciendo con nuestras vidas e intentemos llegar al final más satisfechos con nosotros mismos.

13 de diciembre de 2011

El niño y el gorrión

Un niño lloraba sentado junto a un pozo, porque el pajarillo que había cuidado durante mucho tiempo había escapado de su jaula.

Escuchando sus sollozos, un anciano que pasaba por alli se detuvo, acarició su pelo y le dijo: "No llores porque alguien haya dejado de quererte. Tú eres igual de valioso ahora que antes, pero las lágrimas no te dejan verlo".
 
Pasó el tiempo. El muchacho secó sus lágrimas, tiró la jaula vacía, aprendió juegos nuevos, leyó libros sobre países exóticos, aprendió a nadar y a pescar, y una buena mañana, al despertar, encontró tres jilgueros en el alfeizar de su ventana. Al principio sintió miedo de encariñarse con ellos y que volvieran a dejar de quererle, pero poco a poco permitió que lo acompañaran en sus paseos, revoloteando y silbando a su alrededor.

Un día, al pasar junto a un cerezo, divisó posado en una rama a su gorrión. Le pareció más pequeño y descolorido de lo que recordaba, un gorrión común de plumas grises. Y no sintió nada. Siguió su camino sonriente, lanzando piedrecitas de gravilla al caminar con sus viejos zapatos.

Poema de Pablo Neruda

Anoche hablaba con una amiga sobre poesía y hoy, para variar, escribiré algo que no es mío, sino de Pablo Neruda:

SI TÚ ME OLVIDAS

QUIERO que sepas
una cosa.
Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.