Hoy he leído en La Vanguardia un artículo que me ha llamado mucho la atención, porque habla de algo en lo que he pensado muchas veces. Con el título de "¿Qué lamentamos no haber hecho cuando estamos a punto de morir?", el artículo hace una reseña del libro publicado por la experta en cuidados paliativos Bonnie Ware, "Regrets of the dying" (Los lamentos de los moribundos), tras varios años investigando casos de enfermos terminales.
Ware resume en sólo cinco las principales quejas y arrepentimientos de los enfermos investigados al final de su vida. De algunos de estos lamentos soy consciente hace unos cuántos años, y procuro vivir de forma que, llegado el momento final, mis lamentos sean menos duros. Pero en cualquier caso, todos ellos me han puesto la carne de gallina, al imaginar el sufrimiento de quienes comprenden, demasiado tarde, que ya no tendrán tiempo de enmendar sus errores, muchos de ellos por omisión, por miedo.
Haber sido políticamente correctos en sus elecciones en lugar de ser fieles a lo que deseaban hacer, es al parecer el lamento más general. A continuación, sobre todo entre los sujetos masculinos, una queja muy habitual es haberse dedicado en exceso al trabajo quitándoles tiempo a sus seres queridos. Los restantes tres motivos más habituales de lamento según el estudio, son: no haber tenido el valor suficiente para manifestar sentimientos, no haber cuidado más las amistades, y no haber luchado por tener una vida más feliz, anclándose en el conformismo y el miedo a cambiar de vida.
Ojalá que la tristeza y la frustración de las personas que participaron en el estudio de Ware, sirvan para que al menos unos cuántos de nosotros nos planteemos qué estamos haciendo con nuestras vidas e intentemos llegar al final más satisfechos con nosotros mismos.