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15 de marzo de 2016

¿Machista yo?



Hoy he comido en la misma terraza donde como la mayoría de los días antes de volver a la oficina por la tarde. Charlaba con C y con dos chicos encantadores que también son habituales porque trabajan justo enfrente. Hablábamos del próximo concierto de Bruce Springsteen, de lo caras que están las entradas, y todo eso, cuando C, que tiene mi edad pero está bastante chapado a la antigua, se ha puesto a recordar los comentarios que hacía su padre hace 20 o treinta años cuando se les llenaba el bar de rockeros de pelo largo que venían a los primeros conciertos. "Mi padre siempre decía que les hubiera dado una buena hostia a todos esos con pinta de guarros", decía. Y lo decía con el tono de quien no puede estar más de acuerdo con su padre. Como sé que tiene dos hijas adolescentes, he intervenido para preguntarle cómo reaccionaría él si alguna de ellas se rapara la cabeza, por ejemplo, y me ha respondido que exactamente igual que su padre. Que esas tonterías se quitan con una buena hostia a tiempo. Le he dicho que era un poco burro, y le he contado que mi hija acaba de raparse la cabeza, y que como tiene dieciocho años, y sobre todo es su pelo, aunque no me haga mucha gracia no me queda otra que respetar su decisión. Su respuesta ha sido esta: “Tú dile que así no se va a echar novio. Y si no, verás lo rápido que se arrepiente cuando llegue uno que le guste y la diga que se cambie el pelo o no hay tu tía".

Le he dicho que era un anticuado y un machista. Que por supuesto, si un tío le dijera algo semejante a mi hija, trataría de convencerla por todos los medios de que se alejara de él inmediatamente. Porque nadie tiene derecho a intentar cambiarte; si no les gusta cómo somos, lo que tienen que hacer es darse la vuelta y buscar a alguien a su imagen. Y tampoco es obligatorio tener pareja. Si no nos quieren como somos, mejor que no nos quieran. Tengo la gran suerte de que todo esto no hace ninguna falta que se lo cuente a mi hija, porque lo sabe perfectamente.

Se ha cogido un berrinche tremendo porque le he llamado machista (mis dos acompañantes me han apoyado, aunque se reían porque le conocen y sabían que iba a picarse mucho. C ha estado de mala leche el resto del tiempo, refunfuñando cada vez que pasaba por mi lado algo parecido a "¡machista yo! que les cedo siempre el asiento a las mujeres y jamás he pasado por delante de una en una puerta... Estoy hasta los cojones de esa puñetera palabra, ¡machista yo! Mira, de verdad, como me vuelvas a decir algo así es que te… te... No me hagas hablar, ¿eh?”.

Esos son argumentos. No hay más peguntas, señoría. Qué lástima, señor...


11 de diciembre de 2011

El águila libre

Un águila vivía junto al nido de un cóndor, atada a un poste por una de sus patas. El cóndor era feliz con su compañía porque odiaba sentirse solo, pero el águila estaba cada día más triste y silenciosa, soñando a ratos con los ojos perdidos más allá del horizonte, y recreándose otras veces con el vuelo circular de otras águilas sobre su sabeza.
Un día, compadecido, el cóndor decidió cortar la cuerda y dejarla libre. Lo hizo temeroso y abatido, anticipando su pérdida. Pero el águila, libre al fin, comprendió que quien le daba la libertad la amaba sinceramente, y decidió permanecer a su lado.