La mayoría de la gente se siente mejor en los días soleados. Pareciera que la vida nos sonríe a través de cada rayo de sol que nos llega. Sentimos más intensamente el calor de las personas que nos quieren, e incluso nos parece que el odio y el rencor de nuestros enemigos, se hacen insignificantes. Una vez una mujer que podía ser mi madre me dijo que las personas mayores necesitan el sol para vivir. Desde que llegó la primavera, me doy cuenta de que sin darme casi cuenta, he debido de hacerme mayor.
Hay también quien adora los días de lluvia. La verdad es que no hay mayor placer que quedarse en casa viendo llover tras los cristales. Aunque son días que, a mí personalmente, me inducen a la melancolía y me hacen recordar, más que nunca, a las personas que ya no están en mi vida. Unas, porque dejaron de existir. Otras, porque quisieron marcharse. Pensaréis que es bastante tonto recordar con melancolía a quienes dejaron de estar a nuestro lado por decisión propia. Pues sí, lo es, tan absurdo como a veces inevitable. Es como cuando te sientes triste y no se te ocurre nada mejor que hacer que encerrarte en una habitación lejos de todos a escuchar canciones tristes de amor.
Me gusta la lluvia. Pero más me gusta ver el final. Cuanto más oscuro y gris está el cielo sobre nuestras cabezas, siempre llega un momento en que se acaba. A veces incluso, el sol se abre camino entre las nubes y nos obsequia con un precioso arco iris. Es cuando cierro el libro, apago la música y salgo a la calle. A borrar de mi mente los fantasmas que me impedían seguir caminando. A sacudirme de encima la culpabilidad sobre lo que pude haber hecho para hacer que se fueran. A concederme al fin el perdón, pensando que uno mismo, como la lluvia, no puede gustar a todos.
Preciosa reflexión, y sobre todo precioso final. Un beso
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario, Carmen. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo
Me gusta esa lluvia que tan exquisita y literariamente glosas en la segunda parte de tu texto, compa Izaskun, aunque no la dote de connotaciones rememoratorias (al menos, habitualmente); pero, definitiva e irremisiblemente, soy de sol (y sin necesidad de haberme hecho mayor para ello —o es que, a lo mejor, o a lo peor, siempre fui mayor, venía ya así de fábrica, y sin garantía, ni arreglo…—). Cuando me falta el sol (pleno, rotundo, sin medias tintas…), algo me falla, ando chungo, no me hallo. Por eso no podría vivir en un lugar de cielos permanente o habitualmente nublados; ni siquiera en uno de esos donde el sol, aun sin nubes que lo cubran, parece estar metido en una bolsa de supermercado. O igual sí podría; pero me costaría adaptarme. Mucho…
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y buen día.
Querido Manuel, siempre tan generoso en tus comentarios como exagerado en elogios. Pero sabes lo que te digo? Que tras la melancolía dejada por la lluvia, que esta misma tarde ha vuelto a caer, me ha encantado leerte. Muchas gracias compa, un fuerte abrazo.
Eliminarmuy bonito texto, se palpa muy bien esa melancolía y también la salida de la misma, y está escrito desde una serenidad clásica y conseguida.
ResponderEliminarsaludos blogueros,Izaskun
Muchas gracias José Antonio, bienvenido al blog. Acabo de echar un vistazo al tuyo y tiene muy buena pinta. Prometo leerlo.
ResponderEliminarSaludos.
Ni se puede gustar a todos ni tan sólo deberíamos procurarlo, por ahí nos perdemos mucho. Sé tú misma y te querrán porque ERES,se ama y admira a quien tiene el valor de ser, simplemente por eso.
ResponderEliminarLa vida es un largo camino que va alternando y cambiando de acompañantes, lo importante es avanzar el camino y no con quién lo estás haciendo.La velocidad y las inquietudes son demasiado variables para que andarlo con las mismas personas no fuera un asunto muy extraño.
Jaume Ferrer
Querido Jaume, muchas gracias por dejar un comentario, me ha hecho mucha ilusión. Me gusta mucho lo que dices, y me sienta muy bien pensar que, en esta etapa del camino, tú también me acompañas de alguna manera.
EliminarUn beso
Yo tambien soy una incondicional de los dias de lluvia y de leer o escuchar melancolias cuando, sumadas a las mias, pueden parecer excessivas.
ResponderEliminarAmante de los finales claros para coger aire pero siempre esperando el próximo gris pesante para saber de mi.
Un precioso escrito.
Muchas gracias Ángels guapísima. Sé que te gusta la lluvia, es una de las cosas que he ido conociendo de ti en este tiempo, y me gustaría ir conociendo más porque te aprecio. Un besito
EliminarNuestra cultura de raiz cristiana, ha elevado el tono de nuestro sentido de la culpabilidad y nos empuja a ese sentimiento como acto de contricción, sin embargo, debería ser desterrado, aunque nuestra fuerza esta en todos nosotros, tambien debemos ser nosotros mismos con virtudes y defectos que los demás deben tolerar y tolerarnos. En el peor de los casos, la lluvia es la verdad y limpia. Dejemonos empapar. Joan
ResponderEliminarHola Joan! Muchas gracias también por tu comentario. Con ellos hacéis que este blog tenga sentido.
ResponderEliminarTienes razón... la culpabilidad nos ataca con demasiada frecuencia, y muchas veces injustamente. Me gusta la lluvia limpia de la que hablas. Un abrazo