Un muchacho se encontraba apoyado tras el tronco de un árbol, observando sin ser visto a una joven hermosa que cuidaba las flores de un jardín. No era la primera vez que él lo veía así, siempre escondido y siempre mirándola a ella. Se acercó por detrás y le tocó el hombro.
-Muchacho- le dijo, -si yo tuviera tu juventud, no dejaría escapar la vida mirándola desde lejos. Lucha por lo que deseas, arriésgate, vive-.
El hombre siguió su camino y llegó al puerto. Se sentó sobre un banco de piedra y se puso a mirar los barcos de pesca atracados, con sus cubiertas pintadas de azul y rojo y sus redes plegadas. Entonces, un anciano que paseaba por la orilla se sentó a su lado y le dijo:
- Si yo tuviera tu juventud, no me quedaría ahí sentado viendo cómo se me escapa la vida. Haría todo lo posible por realizar mi sueño, pues nadie lo hará por ti-.
El anciano se levantó y siguió su camino. Una semana más tarde, en el nuevo año, el hombre se hizo a la mar. De pie en la proa de un pequeño barco pesquero, miraba ilusionado al horizonte, sonriendo feliz mientras la brisa le golpeaba el rostro inundándolo de gotas minúsculas de agua.