2 de julio de 2013

Vértigo

(He tomado la foto de aquí)
 
Por más que uno lo haya meditado durante horas, meses e incluso años, por más que sean elegidos, los cambios producen vértigo al más pintado. Cambiar de trabajo -aunque bajo el panorama actual del mercado laboral en este país esto es algo que puede sonar utópico y pretencioso- produce vértigo ante lo desconocido. El miedo a no ser capaz de afrontar los nuevos desempeños, el temor a las nuevas relaciones interpersonales, a los nuevos jefes...

Pero, ¿y si en lugar de dejarnos abatir por los miedos, abrimos la puerta a la ilusión? Puede que un cambio de actividades después de unos cuántos años repitiendo las mismas día tras día nos anime. Puede que el nuevo entorno nos ayude a ampliar nuestros círculos sociales. Y además, lo más seguro es que vayamos a aprender cosas nuevas. Si todo esto es posible, y lo es, tendremos más probabilidades de que ocurra realmente si afrontamos el cambio con ilusión. A mí, casi siempre me funciona.

Un cambio de estado sentimental es otra de esas situaciones que pueden producir vértigo, miedos y sentimientos desestabilizantes, cuya intensidad suele ser, en mi opinión, directamente proporcional al tiempo que hayamos pasado compartiendo nuestra vida con el otro. A pesar de que uno tenga el total convencimiento de que la ruptura es la mejor salida -incluso a veces la única-, de que ya no hay posibilidad de volver atrás, el momento definitivo en que la persona que ha compartido tu vida durante 10, 15 o 20 años cierra la puerta por fuera y abandona el hogar, es duro. Todo el aplomo y la seguridad que unos meses antes te hacían ver que era inevitable y necesario, parecen esfumarse también por la rendija inferior de esa puerta. Y por un instante, que puede durar minutos, semanas o meses, te invade el vértigo. Y pulula a sus anchas por tu cabeza sembrando decenas de dudas. Y si...?, y si...?

Dudar no es malo. Lo malo, lo peligroso, es que las dudas y los miedos nos bloqueen y nos impidan seguir Viviendo. Que nos detengan y nos vuelvan conformistas, que nos lleven a intentar alargar artificialmente la vida de algo que, sabemos, ya no da más de sí. Qué bueno sería saber guardar el recuerdo de los buenos momentos compartidos (algunos de ellos fueron sin duda los más felices de nuestra vida) y tratar de olvidar todos los malos. Y decir adiós mirando hacia el futuro con ilusión. Detenerse un instante, aspirar hondo, soltar el aire y sonreír. Los cambios siempre traen consigo cosas buenas.  
 


Nota: El vídeo que había elegido para esta entrada era otro, pero he querido cambiarlo por este, que un buen amigo me ha enviado después de leerla, y me parece perfecto. Muchas gracias C. Abrazos.

2 de abril de 2013

Qué importa


(Foto: Tullius Heuer)


Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Qué más da que en la noche te repitas mi nombre
Si al llegar la mañana te sacudes el sueño
Desterrando un recuerdo que empañaba tu paz.

Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Que luches con tus ganas cuando a veces me ves
Que digas que te cuesta dejar de responderme
Si sabes que al no hacerlo, me duele el corazón.

Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Qué importa que sonrías cuando me tienes cerca
Si me acerco y te escapas, aprisa por no verme
Porque mi cercanía no la deseas más.

Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Que demuestres tus celos cuando conozco el mundo
Cuando busco los besos, al fin, de cualquier otro
Porque aunque no me quieras, no me dejas partir.

Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Qué importa si es con otra con quien quieres dormir
Y apretarte a su cuerpo intentando olvidarme
Y borrar el recuerdo de mi olor en su piel.

Qué importa todo ahora que lloras mi partida
Susurrando un "te quiero" que nunca te escuché.



15 de enero de 2013

Pastillas para no soñar

Fotografía: Anna Adén, vía Cultura Inquieta


Leía hace unos días una entrada de mi amiga Mercè Roura en su blog La rebelión de las palabras, en la que habla de la capacidad para desprenderse de las ataduras y ser uno mismo, iluso muchas veces pero al fin y al cabo vivo y ardiente. Me gustó mucho, como todo lo que ella escribe, porque tiene una mente incansable y prodigiosa y maneja el lenguaje con una soltura para mí envidiable. Me gustó, y me hizo reflexionar. Sobre lo efímero de esta única vida que tenemos, sobre tanta y tanta gente que muere sin haber vivido, sobre los riesgos que entraña vivir apartando miedos y tomando trenes. 

Confiar en la gente, perseguir ilusiones, devolver sonrisas sin pensar que probablemente la que nos han mostrado, no es más que un gancho para atraparnos, para hacernos daño cuando hayamos bajado nuestras barreras... todo esto conlleva muchos riesgos. Por eso tal vez, los seres humanos cargamos sobre nuestras espaldas con tantos miedos. Porque del mismo modo que en los primeros tiempos, el miedo ayudó a nuestros ancestros a defenderse contra los predadores, hoy en día sigue siendo el miedo quien nos dice "no tomes ese tren... puedes salir lastimado".

Vivir la vida tal como llega, confiar en las personas, ilusionarse por amor, soñar despierto, son actitudes que indudablemente pueden llegar a causar dolor, porque ponemos nuestro yo más auténtico y vulnerable en manos de los otros. Unas veces saldrá bien, y otras, nos destrozarán el corazón como un papel de seda arrugado entre las manos. Nos llevaremos algunas decepciones, pero también un buen puñado de vivencias positivas. Francamente, creo que merece más la pena una vida de verdad que no dure cien años, que una larga vida anodina y segura, sin sobresaltos, taquicardias, aventuras e inseguridades que nos acompañen cuando partamos.

Como dijo hace más de cien años Harriet Beecher Stowe, la autora de La cabaña del tío Tom: "Las lágrimas más amargas que se derramarán sobre nuestra tumba serán las de las palabras no dichas y las de las obras inacabadas".





Pastillas para no soñar (J. Sabina)


Si lo que quieres es vivir cien años
No pruebes los licores del placer.
Si eres alérgico a los desengaños
Olvídate de esa mujer.
Compra una máscara antigas,
Mantente dentro de la ley.
Si lo que quieres es vivir cien años
Haz músculos de cinco a seis.

Y ponte gomina que no te despeine
El vientecillo de la libertad.

Funda un hogar en el que nunca reine
Más rey que la seguridad.
Evita el humo de los puros,
Reduce la velocidad.
Si lo que quieres es vivir cien años
Vacúnate contra el azar.
Deja pasar la tentación
Dile a esa chica que no llame más
Y si protesta el corazón

En la farmacia puedes preguntar:
¿tiene pastillas para no soñar?

Si quieres ser Matusalén
Vigila tu colesterol
Si tu película es vivir cien años,
No lo hagas nunca sin condón.
Es peligroso que tu piel desnuda

Roce otra piel sin esterilizar,
Que no se infiltre el virus de la duda
En tu cama matrimonial.

Y si en tus noches falta sal,

Para eso está el televisor.
Si lo que quieres es cumplir cien años
No vivas como vivo yo.