Cuando el tiempo ha pasado,
y de todo lo vivido sólo nos queda un recuerdo lejano,
qué gran faena biológica es perder la memoria.
Y poder cruzarte un día, caminando por la calle,
con quien fue tu gran amor,
y no reconocer su cara, ni su olor.
Si un día, amor, ya viejos,
se cruzaran nuestros pasos en la acera,
y notaras que mis ojos no te siguen como entonces,
es que no te reconozco.
Si esto ocurre, amor, te ruego:
toma mis manos, díme quién eres,
y recuérdame que un día me amaste.
No dejes que me vaya, amor,
sin saber que un día nos quisimos.
Aunque cuando te vuelvas para seguir camino
y reunirte con ellos calle abajo,
haya olvidado incluso hasta tu nombre.