Estos días leemos multitud de artículos y reflexiones sobre el cambio de año, entre los cuáles siempre me identifico con aquellos optimistas que hablan de nuevos propósitos y que contagian en el lector las ganas de vivir el nuevo año más a fondo que el anterior, de emprender nuevos retos y crecer a nivel personal.
Los problemas a los que nos enfrentaremos serán sin duda los mismos y alguno más -estas criaturas difícilmente disminuyen su población, son prolíficas como los ratones y en ocasiones se ensañan con quienes más las padecen-.
Por ello, la única salida que nos queda es cambiar nuestra percepción y nuestro ánimo y aprender no sólo a aceptarlos sino a enfrentarnos a ellos con buena cara y el mayor de los ánimos, siendo conscientes de que todo lo que nos sucede, absolutamente todo -lo malo, lo bueno y lo regular-, puede ayudarnos a crecer si sabemos aprovecharlo enfrentándonos a ello con uñas y dientes.
No sirve quejarse y quedarse parado en la autoconmiseración. Lo único que puede hacernos sentir un poco mejor es reunir el valor para ir afrontando cada cosa a su tiempo, en aquellos casos en que podamos hacer algo, pues siempre he creído que quien no lucha, no debería tener derecho a lamentarse. Y si un problema realmente no tiene solución, o estamos seguros de que esta no está en nuestra mano, ¿vale la pena seguir angustiándonos por ello? Yo pienso que no.
El inicio de un nuevo año es también una ocasión ideal para una profunda limpieza de armarios. Desechar todo aquello que hemos ido acumulando con el paso del tiempo y que ya no nos sirve, produce una gran satisfacción. Sensación similar a la que podemos experimentar cuando decidimos abrir los dedos para liberar el rastro de las personas que no nos permiten avanzar: los que nos dejaron olvidados en el fondo de su armario; los que en alguna época tuvimos por amigos y nos han ido dejando por el camino, a veces cuando más los necesitamos; aquellos nocivos para nuestra salud mental; los que se empeñan en mellar nuestra autoestima a base de desprecios; los envidiosos, los interesados...
El mundo está lleno de personas maravillosas e interesantes -que aparecen a menudo cuando y donde menos lo esperamos-, de sitios y cosas por descubrir. A veces, es preciso aligerar el peso de la mochila para dejar hueco en ella. Porque el camino nos reserva maravillosas sorpresas si sabemos vivirlo. Y este puede ser nuestro mejor año. Que nadie os lo amargue.