Desplazó las nubes para que el sol
no cegara más los ojos
azules de su dama;
las exprimió con sus manos para
que el agua refrescara su
piel.
Bajó a la playa para hacerle un collar de conchas;
subió a
las cumbres para regalarle
un Edelweiss;
regó el desierto para plantarle un
árbol.
Cuando al fin se sentó junto a ella,
agotado, buscando su
mirada,
le dejaron tirado llevándoselo todo.
Le quedó únicamente una buena lección.
Me recuerda un poco en su enfoque, compa Izaskun, a la vieja historia aquella del pescador y el ejecutivo (con aquella moraleja del para qué machacarse para ganar dinero con el que comprar tiempo, si el tiempo ya se tiene sin necesidad de machacarse), supongo que la conoces. Pero, con independencia de eso (que es solo un apunte), te ha quedado muy conseguido (además de dejar sentado que ella era un mal bicho, eso también…).
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y buen fin de semana.
Querido Manuel... no conocía la historia, pero como contaste el otro día en esa vieja reflexión de tu blog, está claro que es muy difícil no escribir sobre algo de lo que ya hayan escrito otros antes, e incluso hacerlo al mismo tiempo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita, compa, se agradece muchísimo.
Un abrazo