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27 de junio de 2014

Adiós, Ana María


Hace dos días, mientras trabajaba, me enteré de la muerte de Ana María Matute. Una gran pérdida para el mundo de las letras, en el que consiguió galardones tan importantes como el Cervantes, el premio Nacional de las Letras, el Planeta y el Nadal. Para mí personalmente, su fallecimiento supone la pérdida de la persona a quien debo mi afición a la escritura y, concretamente, a los cuentos. Fue leyendo sus cuentos de niños tristes y desamparados que nacieron en mí el amor por el género y el deseo de escribir. A los 12 años, inspirada por los suyos, comencé a escribir mis primeros cuentos cortos, y una novelita a la que pomposamente titulé "La mansión de Cheventry". Casi todos ellos -novela incluida- se han perdido en varias mudanzas, mías y de mis padres. Lo mismo que la mayoría de los cuentos que muchos años después inventé para mis hijos, y que nunca llegué a escribir. Lo que no se perdió nunca es la inspiración que le debo a esta mujer tan importante en mi vida. Aunque en los últimos años, sean más los ratos que paso sumida en la frustración del folio en blanco que en la escritura.

Gracias, maestra. Descansa en paz.


7 de septiembre de 2012

El negrito de los ojos verdes



El niño de los ojos de aceituna nunca sonríe 
Tan menudo, tan tierno, le ensombrece el alma una gran pena
Porque perdió a su ángel muy temprano
Porque la negra que lo apretaba contra su pecho
Que lo acunaba al ritmo de una nana
Le dejó muy solito una mañana
 
Ya no escucha su voz cuando hay tormenta
Ya no siente sus manos en su cara
Cuando siente dolor, pena y tristeza
Ya no encuentra sus ojos azabache
Cada vez que regresa de la escuela
 
Cuando los niños blancos le desprecian
Cuando le dicen cosas de su padre
Que pasó por la isla de viaje
Y enamoró con su verde mirada a su negra añorada
 
No llores más mi negro de ojos verdes
No llores más mi amor, que aquí me tienes
Cada noche la escucha susurrando
Junto a su oído siempre estas palabras
Y le pide llorando que lo lleve
En sus brazos volando al firmamento
 
Que esta vida sin ti, mamita linda, no la quiero
Que me pesa vivir sin tus abrazos
Sin la dulce caricia de tus besos
Sin tus manos suaves en mi pelo
 
Me enseñaste que Dios era un ser bueno
Que quería a sus hijos desde el cielo
Mas no entiendo por qué me hizo a mí esto
Se llevó la mitad de mi existencia
Y me dejó solito en esta tierra.