
Está bien, fue una estupenda idea, cuya mayor virtud reside tal vez en democratizar una enfermedad que se ha escondido y se sigue escondiendo en los hogares y las residencias geriátricas. Un hombre que públicamente reconoce que está perdiendo poco a poco la memoria de toda una vida, tiene, cuando menos, mucho valor.
Pero no he querido, no he podido, ver el final. Creo que me angustia conocer el futuro, prefiero encontrármelo a cada paso, no quiero que me amarguen con negros augurios el tiempo que estoy viviendo ahora mismo. Mañana pensaremos en pasado mañana.