19 de abril de 2014

Aún me necesitan. O no.



Mi hijo lleva fuera de casa 12 días. Es la primera vez que viaja sin sus padres. no porque hayamos sido de unos padres excesivamente protectores en ese sentido, sino porque hemos respetado siempre sus deseos a la hora de trazar los planes vacacionales. Y estos chicos, no sé por qué, nunca han querido ir ni siquiera de campamento. Ahora el pequeño está en Nueva York, de intercambio. Ha viajado con otros 22 compañeros de clase y con tres padres voluntarios del AMPA. Salvo contadas excepciones, mi vida durante estos días se centra en recibir noticias suyas, generalmente a través de los tres padres acompañantes, que cada día nos envían fotografías e información sobre los chicos. 

Hoy he tenido noticias de mi hijo. Aleluya.


En cuanto he recibido la notificación de su mensaje de whatsapp, he pegado un brinco llevada por el impulso del amor materno. Se acuerda de mí -he pensado-, le apetece contarme lo bien que lo está pasando, decirme que tiene ganas de volver, que me quiere, dejarme tranquila respecto a su fiebre de los primeros días, sentir el contacto tranquilizador de su madre... 

Ay. Una lágrima vibra indecisa en el borde de mis pestañas. Abro el mensaje.

- ¡Mamá! ¿Me metiste dólares en algún otro sitio aparte de la cartera y el bolsillo de la maleta?!

Muero de amor...

Y me pregunto también si debo de llamar al dentista para una revisión, a su vuelta de Nueva York. El tercer escondite que utilicé para los dólares era su bolsa de aseo.



2 comentarios:

  1. Me siento totalmente identificada con estas palabras. ¡Ay! los hijos, esos pequeños ingratos que amamos, aunque ellos no nos demuestren más que migajas de cariño cuando les da la gana....(ya se darán cuenta, como hemos hecho todos, lo que quieren a los padres).

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  2. Cierto, Mª Rosa. Y de qué manera nos conformamos con cada pequeño detalle. Anoche, por ejemplo, me preguntó si le haría cosquillas en la espalda si se acostaba pronto, y me hizo ,ucha ilusión. Era retomar un antiguo gesto, de cuando eran más pequeños y se dejaban besar, y me pedían que les colocara el embozo al acostarse.

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