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18 de diciembre de 2013

Happy Christmas

Fotografía de aquí

La mesa había quedado perfecta. El mantel de damasco de su abuela reflejaba los guiños dorados de la luz de las velas. El candelabro de plata, las copas de Bohemia que había adquirido en aquella escapada a Praga cuatro años antes, los cubiertos de plata con sus iniciales, regalo de su padre por su graduación universitaria; todo estaba listo. Miró el reloj, y le pareció que las nueve y media era una buena hora para dar por iniciada la cena de Nochebuena. Se sirvió un a copa de vino y se sentó a cenar. La televisión emitía un programa especial en el que los actores parecían pasarlo muy bien. '¿Cuánta gente estará escuchando realmente lo que dicen?´, se preguntó.

Después de cenar, se sirvió un whisky con hielo y se sentó en la butaca frente al televisor. Al cabo de un tiempo, que no debió de ser poco por el entumecimiento de su brazo, la despertó el timbre del teléfono. Era él. Pobre... decía que la echaba mucho de menos, que le hubiera gustado pasar esa noche con ella, pero como ya sabía, no podía ser. Su mujer, los críos, sus hermanos, la familia política y un par de amigos cenaban en su casa, como cada año. Volvió a decirle lo mucho que hubiera deseado estar ahí con ella, y brindar, y besarse entre plato y plato. Prácticamente las mismas frases que en las últimas ocho navidades. Había acabado asumiendo que la vida era así, y que el sufrimiento es algo que el amor ha de llevar siempre implícito. 

´Tengo que dejarte ahora, me llaman. Y no estés triste´ -le había dicho él antes de colgar-, ´ya queda menos para después de Reyes, y tú sabes que te quiero más que a nada. Lo sabes, ¿verdad?´. Sí. Siempre respondía que sí, desde hace ocho años. Los mismos que llevaba queriendo creerlo, los mismos que llevaba detestando su soledad en aquel apartamento. Pero no quería pensar en ello. Recogió la mesa y se fue a la cama. Antes de apagar la luz, tomó en sus manos la fotografía enmarcada de la mesita de noche. Era ella, con unos cuantos años menos. Guapa y sonriente, con un brillo en la mirada que ya no recordaba haber tenido, aparentemente feliz. Al mirarla, se dio cuenta de que casi no se reconocía. Hacía tanto tiempo que no sonreía cuando no estaba con él...

´Feliz Navidad´, dijo mirando a la joven de la foto. 

1 de septiembre de 2013

La margarita


(He tomado prestada la imagen de aquí)

Había salido a pasear sola por el campo, en dirección al acantilado. No hacía demasiado calor, el sol calentaba su rostro como una agradable caricia. Hacía tanto tiempo que nadie la acariciaba que le hacía sentirse feliz. A medida que ascendía por el camino hacia la loma, la brisa marina era cada vez más perceptible y el aire jugaba con los mechones de pelo que se le escapaban de la coleta. Cerca ya del acantilado, le llamó la atención una margarita solitaria. La tomó entre sus dedos y arrancó el primer pétalo

- Me quiere..-.

Entonces, oyó un quejido muy leve, y la voz suave de la margarita comenzó a hablarle.

- ¡Espera! Por favor, no me arranques más pétalos, estoy segura de que no es necesario. ¿Te has parado a pensar que si realmente no estuvieras segura de la respuesta a esa pregunta, ya la tendrías?-.

- No. No la tengo. Y no puedo soportar más la duda. Por eso necesito que me ayudes a saberla-.

- Pero chiquilla, cuando alguien te ama es imposible no sentirlo. El amor hacia uno es como esta brisa que te despeina y golpea suavemente tus mejillas, como este sol que te hace cosquillas en la nariz. Cuando es amor, siempre se sabe. Cuando venís con dudas, soléis traer con vosotros la certeza de una respuesta que no queréis ver. Para empezar, ¿le has preguntado a él?-.

- Sí. Muchas veces. Y no quiere responderme-.

- Bueno, eso ya es una respuesta. Alguien que te quiere no te niega las palabras, ni permite que no seas feliz viviendo con dudas. Se preocupa por tu felicidad y hace todo lo posible por verte sonreír. Te propongo una cosa: si consigo ayudarte a que te respondas tú misma, no me quitarás más pétalos, ¿te parece?-.

- De acuerdo- dijo la muchacha. Se sentó sobre la hierba, colocando la margarita sobre su falda, y escuchó.

- Dime, ¿él te hace feliz, te mima, se esfuerza para que te sientas bien?-.

- A veces sí. Otras veces, me hace daño, pero creo que no tiene la culpa. Que la culpa es mía, porque le agobio-.

- Nadie es culpable de amar, y nadie merece ser tratado como un objeto de segunda mano. Eres una princesa, y tiene que haber unos cuántos príncipes deseando hacerte feliz, querida. Le estás disculpando, y lo sabes bien. Dime, ¿vive su vida contigo?-.

- No. Tiene otras obligaciones. Vive con otras personas, pero pasa algún tiempo conmigo-.

- ¿Hay algo que le impida vivir contigo, o fue su propia elección la que le llevó a vivir sin ti? Y, cuando estáis separados, ¿permanece cercano, se preocupa por tus cosas, por tu estado de ánimo, por tu felicidad?-.

- Fue su decisión. Y no, ya no se preocupa por saber si estoy bien, ni me llama cuando estamos lejos. Pero está muy ocupado, seguro que me echa de menos aunque no lo diga-.

- Cariño, no se trata de lo que uno diga, sino de lo que haga. Y él no lo hace. Creo que ya tienes tu respuesta, que la tienes hace tiempo y te negabas a verla. Lo único que necesitas es ser consciente de lo fuerte que eres, y hacer lo que sabes que debes hacer. No dudes de que eres preciosa, y mereces a alguien que sepa darse cuenta de ello y quererte. Dime, ¿de verdad necesitas arrancarme los brazos?-.

La muchacha soltó una lágrima. El aire era cada vez más fuerte y la secó enseguida de su rostro. Dio las gracias a la margarita, se puso en pie, sacudió su falda y siguió caminando hacia el borde del acantilado. Sentado allí, con los pies colgando hacia fuera, había un muchacho. Moreno, de piel tostada, mirando hacia el horizonte. Se sentó a pocos metros de él mirando hacia el mar. No pasó mucho tiempo hasta que él se pusiera de pie y se acercara a invitarla a bajar juntos a la playa. Su mirada era profunda y brillante. Y sincera. Se dio cuenta de que hacía muchos años que no veía una mirada tan sincera. Y sonrió.

 
   

2 de julio de 2013

Vértigo

(He tomado la foto de aquí)
 
Por más que uno lo haya meditado durante horas, meses e incluso años, por más que sean elegidos, los cambios producen vértigo al más pintado. Cambiar de trabajo -aunque bajo el panorama actual del mercado laboral en este país esto es algo que puede sonar utópico y pretencioso- produce vértigo ante lo desconocido. El miedo a no ser capaz de afrontar los nuevos desempeños, el temor a las nuevas relaciones interpersonales, a los nuevos jefes...

Pero, ¿y si en lugar de dejarnos abatir por los miedos, abrimos la puerta a la ilusión? Puede que un cambio de actividades después de unos cuántos años repitiendo las mismas día tras día nos anime. Puede que el nuevo entorno nos ayude a ampliar nuestros círculos sociales. Y además, lo más seguro es que vayamos a aprender cosas nuevas. Si todo esto es posible, y lo es, tendremos más probabilidades de que ocurra realmente si afrontamos el cambio con ilusión. A mí, casi siempre me funciona.

Un cambio de estado sentimental es otra de esas situaciones que pueden producir vértigo, miedos y sentimientos desestabilizantes, cuya intensidad suele ser, en mi opinión, directamente proporcional al tiempo que hayamos pasado compartiendo nuestra vida con el otro. A pesar de que uno tenga el total convencimiento de que la ruptura es la mejor salida -incluso a veces la única-, de que ya no hay posibilidad de volver atrás, el momento definitivo en que la persona que ha compartido tu vida durante 10, 15 o 20 años cierra la puerta por fuera y abandona el hogar, es duro. Todo el aplomo y la seguridad que unos meses antes te hacían ver que era inevitable y necesario, parecen esfumarse también por la rendija inferior de esa puerta. Y por un instante, que puede durar minutos, semanas o meses, te invade el vértigo. Y pulula a sus anchas por tu cabeza sembrando decenas de dudas. Y si...?, y si...?

Dudar no es malo. Lo malo, lo peligroso, es que las dudas y los miedos nos bloqueen y nos impidan seguir Viviendo. Que nos detengan y nos vuelvan conformistas, que nos lleven a intentar alargar artificialmente la vida de algo que, sabemos, ya no da más de sí. Qué bueno sería saber guardar el recuerdo de los buenos momentos compartidos (algunos de ellos fueron sin duda los más felices de nuestra vida) y tratar de olvidar todos los malos. Y decir adiós mirando hacia el futuro con ilusión. Detenerse un instante, aspirar hondo, soltar el aire y sonreír. Los cambios siempre traen consigo cosas buenas.  
 


Nota: El vídeo que había elegido para esta entrada era otro, pero he querido cambiarlo por este, que un buen amigo me ha enviado después de leerla, y me parece perfecto. Muchas gracias C. Abrazos.

2 de abril de 2013

Qué importa


(Foto: Tullius Heuer)


Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Qué más da que en la noche te repitas mi nombre
Si al llegar la mañana te sacudes el sueño
Desterrando un recuerdo que empañaba tu paz.

Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Que luches con tus ganas cuando a veces me ves
Que digas que te cuesta dejar de responderme
Si sabes que al no hacerlo, me duele el corazón.

Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Qué importa que sonrías cuando me tienes cerca
Si me acerco y te escapas, aprisa por no verme
Porque mi cercanía no la deseas más.

Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Que demuestres tus celos cuando conozco el mundo
Cuando busco los besos, al fin, de cualquier otro
Porque aunque no me quieras, no me dejas partir.

Qué importa que me quieras si no quieres quererme
Qué importa si es con otra con quien quieres dormir
Y apretarte a su cuerpo intentando olvidarme
Y borrar el recuerdo de mi olor en su piel.

Qué importa todo ahora que lloras mi partida
Susurrando un "te quiero" que nunca te escuché.



15 de enero de 2013

Si tú supieras

(He tomado la foto de aquí)

Julia llega a casa agotada tras un día como muchos otros: nuevos informes que realizar en el trabajo, llamada de la tutora del niño solicitando una reunión urgente -la tercera del trimestre-, revisión con la niña en el ortodoncista, llevar prendas a la tintorería, hacer la compra, pasar por casa de su madre tras recibir una llamada de socorro por culpa de una gotera... Lo único que le apetece es que lleguen las once.

Después de cenar los cuatro juntos, se aísla durante unos minutos del mundo dándose una ducha. El contacto del agua templada alivia su cuerpo cansado. Permanece varios minutos inmóvil bajo el chorro de agua con la mente en blanco, dejando que ésta golpee su cabeza y deleitándose de esos escasos momentos a solas. Después, se seca lentamente y se pone un camisón y un kimono que le trajo Roberto de uno de sus viajes de negocios, hace mucho tiempo. Un rato más tarde, una vez acostados los niños, es él quien le da las buenas noches con el habitual beso fugaz en los labios, pidiéndole como siempre que no tarde mucho en acostarse.

Las once. Julia está por fin sola en el salón de su casa, hecha un ovillo en su sillón preferido, y enciende el portátil que ha apoyado sobre su regazo. En la televisión, de fondo, se suceden las imágenes de una película romántica en blanco y negro, una de sus favoritas. Cinco minutos más tarde, la ventana de chat emerge en su pantalla: 

- Buenas noches Julia-.

Una sonrisa ilumina su rostro, el cansancio acumulado queda en el olvido y la alegría la inunda, de pronto. Hoy, exactamente igual que las primeras veces, hace ya más de un año. Por suerte, siempre está sola a esas horas. Si alguien viera su cara en esos momentos, sabría lo feliz que se siente, libre y dueña de su vida. Disfruta los minutos como si el día estuviera empezando, en lugar de estar casi acabado, y responde:

- Buenas noches Johnny-.

Comienzan a charlar, se cuentan lo que han hecho desde la noche anterior, sus sueños, sus deseos, y también, tímidamente, sus sentimientos. Obvian hablar sobre los otros: las personas con las que comparten su vida. Ella le cuenta que le ha echado de menos, él le dice que ha pensado en ella mientras sonaba una de sus canciones en la radio del coche. Fantasean sobre ese viaje que quisieran hacer juntos si pudieran verse, si vivieran cerca uno del otro, si fueran libres. Hablan y hablan durante más de dos horas, que a ella se le antojan apenas minutos.

- Tengo que irme, es ya muy tarde-, dice ella al fin, sin muchas ganas. -Sí, acuéstate ya. Pensaré en ti antes de dormirme, imaginando que te abrazo muy fuerte- contesta él - Mañana te esperaré aquí, a la misma hora. Buenas noches, Julia-.

- Buenas noches, Johnny, un beso-. 

Julia apaga su portátil, la televisión y las luces del salón y se dirige apresurada hacia el dormitorio, quitándose el kimono por el pasillo. Son casi las dos de la madrugada y la casa se ha quedado fría. Siente un escalofrío. Al llegar a su cama, se mete casi de puntillas, procurando no despertar a Roberto. No quiere que esto ocurra, porque teme que pueda mirar la hora en el reloj de la mesilla y preguntarle qué ha estado haciendo hasta tan tarde. A ella no le gusta mentirle, no sabe cómo es capaz de ocultarle lo que está viviendo a sus espaldas y es consciente de que le duele engañarle.

Se acuesta de costado casi al borde de la cama y recuerda cada una de las frases de la conversación mantenida con Johnny, mientras mira distraídamente hacia la ventana. La persiana no está completamente bajada, y entre sus tablas se filtra la claridad de la farola. A su lado, Roberto yace también de costado. Hace sólo un minuto que ha apagado también su portátil y se ha metido en la cama deprisa, sabiendo que ella estaba a punto de llegar. Y permanece inmóvil, junto a ella, aspirando el perfume a melocotón que desprende la piel de su mujer, y pensando en el brillo renovado de sus ojos desde que comenzó a hacer esta locura, hace más de un año.

- Julia, si tú supieras...-.





Hoy, 16 de enero, mi amigo Gabriel Aúz, cuyo blog os recomiendo vivamente, me ha sugerido este vídeo de Jorge Drexler para ilustrar la entrada, y no me ha podido parecer más acertada su idea. Espero que os guste:


 

23 de diciembre de 2012

Amor


(He tomado la imagen de aquí)

Enriqueta y Jack llevan juntos casi toda la vida. Se conocieron en su juventud, durante un viaje, y unos meses más tarde, él dejó su Londres natal para instalarse con ella en Madrid. Se casaron y tuvieron un hijo. 

Enriqueta no era una mujer muy guapa, y tampoco destacaba por su inteligencia. Era, sencillamente, una mujer simpática y divertida, y Jack la adoraba. Se llamaban mutuamente con apelativos cariñosos inventados por sí mismos, caminaban de la mano y viajaban solos por todo el mundo aprovechando las oportunidades que el trabajo de él y los campamentos escolares del pequeño les permitían. Cuando su hijo se hizo mayor y se fue de casa, Jack se jubiló y siguieron disfrutando de su mutua compañía. Siempre me resultó llamativo verlos juntos, mimándose como dos novios adolescentes, él siempre pendiente de que a ella no le faltara nada, de ponerle el abrigo y servirle el agua o el vino.

Con el paso del tiempo, los despistes de Enriqueta comenzaron a ser cada vez más evidentes. Recorrieron una batería de médicos antes de escuchar el diagnóstico: Alzheimer. Su vida no cambio casi nada. Jack seguía ocupándose en exclusiva de ella, y no quería oir hablar a su hijo de internarla en una residencia. Un día, una embolia les condujo al hospital. Él no se movió de su lado en todo el tiempo, hasta que pasados dos meses, los médicos les comunicaron que su situación era irreversible y que nunca podría volver a caminar, ni a ingerir alimentos más que a través de una sonda, ni a hablar, y la derivaron a una residencia para ancianos desahuciados.

Desde entonces, Jack no se mueve de su lado. Ella permanece sentada en su sillón, con la cabeza caída, ausente, mientras él no deja de contarle cosas, mostrarle fotos y leerle libros. Algunas tardes, los demás internos le miran sorprendidos cuando la toma en brazos -apenas pesa 40 kilos- y se pone a bailar con ella por la sala: "baila, mi pequeña, baila con tu Jack". 

Estas Navidades, Jack ha rechazado todas las invitaciones de familia y amigos a comer o cenar en compañía. Sólo quiere estar con su pequeña, "ella se lo merece", dice sonriendo. 

En esta época en la que tanta gente ha dejado de creer en el amor y en la bondad, me parece imprescindible contar esta historia absolutamente real de una pareja de mi familia. Si existe un amor verdadero, es el de Jack por su Enriqueta. Dios lo bendiga.

Os deseo a todos una Feliz Navidad, y que tengáis cerca a alguien que os quiera al menos la mitad que él ama a su esposa.  


4 de septiembre de 2012

@microcuentos para una partida




-"Si tú supieras lo importante que eres..."-,
susurró él mientras ella lloraba incrédula su olvido. 
-"Si tú supieras"- repitió, tomando el tren 
que lo sacaba de su vida.

* * * * * *

Cuando el orgullo supere al cariño,
O te nieguen el pasado vivido,
Cuando prefieran la soledad a tu compañía 
y te conviertas en parte del mundo,
Habrá llegado el momento de partir.

* * * * * *



Despertó sudando. Descubrió que todo lo hermoso 
que había visto en él, había sido un sueño. 
La realidad era fea y decepcionante, y decidió cambiarla.

* * * * * *


Soltó una lágrima al salir cerrando aquella puerta. 
Dentro, dejaba lo más bello que creía haber vivido. 
Pero sabía ya que lo había soñado, y que
la VIDA era, en verdad, lo que esperaba fuera.

* * * * * *

Dejó de llorar su ausencia, secó sus lágrimas, 
levantó el rostro y vio sorprendida 
lo maravilloso que era todo lo demás. 
Y vivió.




It may be over but it won't stop there,
I am here for you if you'd only care.

You touched my heart, you touched my soul.
You changed my life and all my goals.
And love is blind and that I knew when,
My heart was blinded by you.

I've kissed your lips and held your head.
Shared your dreams and shared your bed.
I know you well, I know your smell.
I've been addicted to you.

Goodbye my lover
Goodbye my friend
You hace been the one,
You have been the one for me.


18 de abril de 2012

Juguemos

A veces es más sano no tomarse la vida demasiado en serio. Y en el amor, es posible que la parte divertida sea el juego. Que lo relevante no sea tanto saber si el otro está enamorado, como que lo parezca. De poco sirve alguien que ama en silencio, si no está presente en nuestra vida físicamente, ni acompañándonos a lo largo del camino ni tomándonos la mano en los trances difíciles. Y, si contamos con alguien que nos brinda las mismas ilusorias sensaciones que se sienten con el amor verdadero, ¿qué sentido tiene cuestionarse si se trata solamente de un juego? 
Juguemos pues, mientras podamos, sin salir lastimados. 



-¿Juegas conmigo?-
-¿Cuál es el juego?-
-Jugar a enamorarse-
-¿Hay premio?-
-La libertad, si consigues
salir sin enamorarte-
-Juguemos pues, mientras podamos-.

* * * * * *

-¿Por qué la mató?- preguntó el fiscal.
-Porque le había prometido amarla hasta la muerte-
respondió, -y jamás he faltado a una promesa-.

                   * * * * * *

-No puedo vivir sin ti- dijo ella.
-Pues deberías ir aprendiendo- respondió él.
-¿Es que vas a dejarme?-.
-No. Es que quiero que seas libre-.


9 de abril de 2012

Lluvia

La mayoría de la gente se siente mejor en los días soleados. Pareciera que la vida nos sonríe a través de cada rayo de sol que nos llega. Sentimos más intensamente el calor de las personas que nos quieren, e incluso nos parece que el odio y el rencor de nuestros enemigos, se hacen insignificantes. Una vez una mujer que podía ser mi madre me dijo que las personas mayores necesitan el sol para vivir. Desde que llegó la primavera, me doy cuenta de que sin darme casi cuenta, he debido de hacerme mayor.

Hay también quien adora los días de lluvia. La verdad es que no hay mayor placer que quedarse en casa viendo llover tras los cristales. Aunque son días que, a mí personalmente, me inducen a la melancolía y me hacen recordar, más que nunca, a las personas que ya no están en mi vida. Unas, porque dejaron de existir. Otras, porque quisieron marcharse. Pensaréis que es bastante tonto recordar con melancolía a quienes dejaron de estar a nuestro lado por decisión propia. Pues sí, lo es, tan absurdo como a veces inevitable. Es como cuando te sientes triste y no se te ocurre nada mejor que hacer que encerrarte en una habitación lejos de todos a escuchar canciones tristes de amor.

Me gusta la lluvia. Pero más me gusta ver el final. Cuanto más oscuro y gris está el cielo sobre nuestras cabezas, siempre llega un momento en que se acaba. A veces incluso, el sol se abre camino entre las nubes y nos obsequia con un precioso arco iris. Es cuando cierro el libro, apago la música y salgo a la calle. A borrar de mi mente los fantasmas que me impedían seguir caminando. A sacudirme de encima la culpabilidad sobre lo que pude haber hecho para hacer que se fueran. A concederme al fin el perdón, pensando que uno mismo, como la lluvia, no puede gustar a todos. 
  

29 de febrero de 2012

#It isn't l@ve


El sol, celoso de la luna, decidió eclipsarla.
Cuando vio que se echaban a la calle para verla
aún tapada, se nubló enrabietado.

* * * * * *

Tras la operación, Lucía recuperó la vista.
Descubrió el mundo y deseó vivirlo.
Él no soportó dejar de ser su universo y se fue.

* * * * * *

-Mami, hay un señor que me mira en el recreo 
desde la verja- dijo el niño. Ella se apresuró
a hacer las maletas. Les había encontrado.

* * * * * *

Hizo una pira con sus cartas y les prendió fuego.
Echó las cenizas en el lago donde se conocieron
y hundió la barca para no volver más.

* * * * * *

Tras cien noches encerrado en su estudio escribiendo
sobre las mujeres que lo amaron,
acabó el manuscrito: un folio en blanco.

* * * * * *

Él acababa de dejarla, poco antes de Pascua,
para largarse a Venecia con otra. Para ella,
aquel fue un auténtico Puente de los Suspiros.

* * * * * *

Él tomó sus manos, las acercó a su pecho y,
mirándola a los ojos, le dijo:
"Te amo". Ella le denunció por plagio.

* * * * * *

-No soporto este silencio. Antes hablábamos
durante horas, ¿es que ya no me amas?-.
-Perdona, es que no te había visto-.

* * * * * *

Mientras regrasaba, después de dos años,
estaba seguro de que ella aún lo esperaba.
Llamó a su puerta. Ella le abrió, preguntando
-¿Quién eres?-.

* * * * * *

-¿A qué cree usted que se debe el éxito de
su matrimonio?- preguntó el entrevistador.
-A la Trini- respondió.
-¿Terapeuta de pareja?-.
-No, puta-.

* * * * * *

-Te juro que estos años no he dejado de
pensar en ti un sólo día-, dijo tomando su mano.
-Vaya, hoy es mi día de suerte!- dijo ella
-me toca la lotería y regresas tú!-.

* * * * * *

-¿Qué le pasa a tu novio, que lleva una hora
callado, apoyado sobre tu Rolls?-.
-Nada, le he pedido que me diga todas
las cosas que le enamoran de mí. Está pensando-.

* * * * * *

-Nunca te dije que te amara-.
-Pero me enviabas canciones de amor que lo decían!-.
-Ah!, pero... No las escribí yo!-.

* * * * * *

Un niño huérfano acogido por una amorosa anciana
envidiaba a su amigo. Hasta que estuvo en su casa,
y vio que allí no había amor.

* * * * * *

En la escuela, nadie quería al niño huraño
y maleducado. Cuando llegó a su casa, nadie salió
a recibirle. Su padre dormía, borracho.




13 de diciembre de 2011

El niño y el gorrión

Un niño lloraba sentado junto a un pozo, porque el pajarillo que había cuidado durante mucho tiempo había escapado de su jaula.

Escuchando sus sollozos, un anciano que pasaba por alli se detuvo, acarició su pelo y le dijo: "No llores porque alguien haya dejado de quererte. Tú eres igual de valioso ahora que antes, pero las lágrimas no te dejan verlo".
 
Pasó el tiempo. El muchacho secó sus lágrimas, tiró la jaula vacía, aprendió juegos nuevos, leyó libros sobre países exóticos, aprendió a nadar y a pescar, y una buena mañana, al despertar, encontró tres jilgueros en el alfeizar de su ventana. Al principio sintió miedo de encariñarse con ellos y que volvieran a dejar de quererle, pero poco a poco permitió que lo acompañaran en sus paseos, revoloteando y silbando a su alrededor.

Un día, al pasar junto a un cerezo, divisó posado en una rama a su gorrión. Le pareció más pequeño y descolorido de lo que recordaba, un gorrión común de plumas grises. Y no sintió nada. Siguió su camino sonriente, lanzando piedrecitas de gravilla al caminar con sus viejos zapatos.

11 de diciembre de 2011

El águila libre

Un águila vivía junto al nido de un cóndor, atada a un poste por una de sus patas. El cóndor era feliz con su compañía porque odiaba sentirse solo, pero el águila estaba cada día más triste y silenciosa, soñando a ratos con los ojos perdidos más allá del horizonte, y recreándose otras veces con el vuelo circular de otras águilas sobre su sabeza.
Un día, compadecido, el cóndor decidió cortar la cuerda y dejarla libre. Lo hizo temeroso y abatido, anticipando su pérdida. Pero el águila, libre al fin, comprendió que quien le daba la libertad la amaba sinceramente, y decidió permanecer a su lado.

10 de diciembre de 2011

@microcuentos 1

Nos conocimos chocando entre la niebla, y tu disculpa rompió el silencio en que vivía. Hoy, la niebla ha vuelto, pero el silencio que nos envuelve es tan espeso, que ni siquiera ella consigue penetrarlo.


-- o --

Me pediste que me quedara a tu lado, mas no pudiste evitar el vuelo de mi alma. Hoy, a tu lado sigue mi carcasa, tuya, vacía.

8 de diciembre de 2011

El amor visto por las mujeres

-¿Me amas?-, preguntó ella.
-Sí-, respondió él.
-¿Te morirías si me perdieras?-, preguntó de nuevo.
-Claro-.
-¿Soy la mujer que más has querido en tu vida?-.
-Ajá-, respondió él, girando la página del periódico. Ella suspiró...

-Jo, qué cosas tan bonitas me dices...-.

No quiero verte sufrir


"Te quiero tanto que duele", dijo ella.
"Y yo te quiero tanto, que no soporto verte sufrir", respondió él.
Una hora más tarde, le vieron tomando el primer vuelo a Pernambuco.